La Luna de Moscú

Relato erótico: Mi obsesión: una señorita de compañía retirada

Siempre me han gustado las chicas altas, y no son tan fáciles de encontrar. Llevaba ya un tiempo cansado del rollo de las tías en los ambientes nocturnos de esta ciudad, ¿se creen la hostia o qué? Total para echar un polvo cutre, encima de que no quieren hacerlo sin condón.

Escribí «Putas Valencia» con la esperanza de que internet me ofreciera algo mejor.  Encontré de todo, tías muy diferentes y empecé a ponerme caliente. Me gustó la foto de una jovencita delgada y alta, y aunque vi que los precios eran caros llamé.

Pregunté por el nombre ficticio que venía bajo su foto, y me dijeron que ella se había ido, que no trabajaba más allí. Me intentaron convencer para que solicitara a otra prostituta barata y culona, pero yo ya estaba de mal humor, joder, ya ni con putas me salía bien. Y ninguna de las otras era tan alta ni tan atractiva. Al final me hice una paja pensando en su foto y me dormí.

Pasaron semanas y follé, claro, no soy un monje. Me fui de putas varias veces y otras veces llamaba para que vinieran a casa. Pero seguía masturbándome pensando en aquella guarrilla. Hasta que un día la vi, ¡la vi! ¡en serio! En un supermercado de un centro comercial al que yo no había ido en mi puta vida. La seguí, iba vestida con ropa formal y comprobé que entraba en una tienda de móviles, donde otras chicas vestían igual. Aquella jovencita tetona trabajaba allí.

Ese día no me atreví a entrar, no quería parecer un loco persiguiéndola, o tal vez es que me quedé tan sorprendido que no supe reaccionar. Al día siguiente volví, y me entretuve mirando alrededor hasta que ella quedó libre y le expliqué qué tipo de móvil necesitaba, qué uso le iba a dar… Su voz me sorprendió, arrastraba las palabras ligeramente y era dulce y tranquila. Su sujetador blanco se adivinaba tras su blusa de uniforme, tenía unas tetas enormes. Yo estaba empalmado desde que entré en la tienda y ella era amable y de sonrisa amplia. Fingí no ser capaz de decidirme para poder volver al día siguiente. Me aseguré de cuál era su turno y así llegar un rato antes de que saliera. Compré cualquier móvil, y ella me lo puso fácil. La sorprendí mirando el botón abierto de mi camisa y noté que se mordía el labio. Era una morena ardiente, no podía disimularlo, por mucho que ahora fuera de chica formal.

Le dije que si tomábamos algo y nos sentamos en una cafetería del centro comercial. No parábamos de tocarnos las manos, los brazos, reírnos, aquello era una atracción bestial. La miré a los ojos para que viera que iba en serio. Nos dimos un beso con lengua y le dije que nos fuéramos a un hotel, por favor, por favor. Asintió con la cabeza. La tiré en la cama y ella me atrajo con fuerza, la química era increíble, saliva, sudor. Nos lamimos enteros, la polla, el coño, las tetas, su culo, mi culo. Con furia a ratos, sin prisa otros. Mientras le hacía un cunilingus se corrió en mi boca por primera vez, gimiendo y gritando, retorciéndose y clavándome las uñas en los hombros. Pero era una puta viciosa, y tuvo un orgasmo por segunda vez haciéndolo sin condón. Yo me aguanté las ganas de empujarla y eyacular, porque no quería terminar. Entonces ella empezó a hacerme una mamada, alternando su boca y sus manos, cambiando de ritmo, volviéndome loco durante una eternidad, hasta que no pude más y lancé mi corrida en su cara, en sus grandes tetas, por todas partes. Luego extendí mi leche por todo su pecho, su barriga y sus muslos, y nos quedamos dormidos.

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